Por fin, después de un año complicado, ha llegado el verano. Antes de empezar el 2020 pensaba que sería un año especial. Un año bonito, como sus dos números veinte indican. Y, en vez de eso, hemos vivido una pandemia mundial. Nunca me hubiera imaginado que la humanidad volvería a verse sometida por un virus. La vida nunca deja de sorprenderme.

¡Pero ha llegado el verano! La playa, el sol y la arena. La combinación perfecta. El momento de relajarse y empezar a disfrutar de la vida. Este año me había guardado una semana de vacaciones para ir al Celsius. Mi primer Celsius. Ese lugar que siempre he admirado desde lejos y al que nunca he podido asistir. Después de meditarlo mucho, muchísimo, finalmente, no iré. Y no solo porque me hayan cancelado el vuelo los de Vueling, sino porque sigue dándome miedo el rebrote que los expertos anuncian que volveremos a sufrir. En los últimos seis meses he visto a mi padre una vez, desde lejos. Una persona de riesgo a la que me da miedo que el Coronavirus quiera pasarse a saludar. No me perdonaría si por mi culpa llegara a contagiarse.

Además, aprovechando el buen tiempo, quiero descansar. ¿Trabajaré? Por supuesto. Pero también dedicaré parte de mi tiempo a disfrutar con la familia. Una comida, un día de playa, pasar tiempo juntos… después de tantos meses confinada, lo necesito. Así que la reseña de los miércoles pasará a ser quincenal hasta setiembre. Entiéndeme, cuando la muerte te toca de cerca empiezas a valorar los pequeños momentos que antes dabas por hecho que iban a suceder y que ahora te das cuenta de que quizá nunca vuelvan.

Así que disfruta. Relájate. Medita sobre la vida. Y no dejes de leer y escribir. Yo no lo haré. Nunca.

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